3 de enero de 2007

Las apariencias engañan.

Lo primero de todo, antes de empezar a contar la historia que tenía que haber sido contada ayer es: FELIZ AÑO NUEVO. Teneís por delante 362 días, a día de hoy para hacer todo lo que os propongaís.

Ayer, con una gran pena en mi corazón, mientras iba en el tren de vuelta a la rutina tras unos días de vacaciones, me pasó una historia muy curiosa. Bueno, en realidad le pasó al tío que yo tenía sentado al lado, pero... os lo cuento igualmente.

Pues bien. Había tomado yo asiento, despues de unos momentos de lío, puesto que no había correspondencia entre los números de los vagones y los indicados en los billetes.
Cuando encontré mi plaza de asiento, había ya una persona sentada. Un chico, ya tirando a señor, de unos treinta y muchos cerca de cuarenta tal vez.

Yo llegaba con mi maleta, que a pesar de no pesar mucho (valga la redundancia), no fui capaz de elevar y colocar en el estante, con lo que solicité su ayuda. Y... fue en ese mismo instante, cuando me llegó una bocanada de aire con un cierto contenido alcohólico y el hedor de un aliento que no había conocido cepillo de dientes en tres días.

Como os podeís imaginar, tendemos a hacer una imagen especular de las personas que nos rodean, y en aquel momento no había nada demasiado bueno que añadir.
Pasó el tiempo, y llegó el revisor pidiendo billetes. Mi compañero de plaza le dió un billete, que al parecer, por lo que vi despues era únicamente de Palencia - Valladolid, con lo que le quedaba por pagar todo el trayecto Valladolid - Madrid.

El chico repetía incesantemente que había comprado el billete de valor 14.20, y que llevaba 200 Euros al salir de casa, y por el dinero que le quedaba, era que había pagado el valor correcto, pero claro.... el billete de tren no aparecía, con lo cual el revisor le obligó a pagar de nuevo un billete.

Además, el hombre añadía que había hecho una reserva por internet, pero que había sido con una tarjeta de crédito de la que él no era titular, y no había podido retirar el billete, pues debía ir el titular de la tarjeta, y éste estaba enfermo.

Repitió hasta la saciedad la historia, aunque no por ello no pagó al revisor el billete que faltaba. SE volvió hacia mí y me lo contó de nuevo, pero el hedor que salía de su boca, de una noche loca de alcohol, me provocaba naúseas, así que... finamente le comenté que a mi me daba lo mismo, pero que entendiera al revisor, que lógicamente necesitaba el billete correcto.

Durante un tiempo, estuvo rebuscando entre sus bolsillos, sacando papeles y billetes, para volverlos a guardar y volver a sacar, hasta que en una parada intermedia, encontró el billete de tren correcto que inicialmente había comprado en la estación, con lo cual, ahora tenía dos, y en cuanto vió al revisor se lo comentó para subsanar el error cometido con él, cosa que se hizo inmediatamente.

Reconozco sinceramente que no me creí la historia que el buen hombre con el aliento apestoso contó. Y... francamente, nunca pensé que en realidad tuviera ambos billetes de tren. Si hubiera hecho una apuesta, habría perdido todo todo todo.

Así que.... pese a que nos lo han dicho muchas veces y es así en realidad.... LAS APARIENCIAS ENGAÑAN, pero... aún así, no podemos dejar de no llevarnos por ellas.

3 comentarios:

Acus dijo...

Las apariencias engañan, pero la halitosis no. Es lógico que te incomodara ese señor porque no es agradable recibir un soplo de fétido aliento durante una conversación, viaje, etc.

Hoy en día estamos sometidos a tantos clichés, que producen en nuestras sensaciones un efecto óptico conocido como con el nombre de tu título: "Las apariencias engañan".

Que esa persona diera una mala imagen de sí mismo, cierto. Que estaba diciendo la verdad y nadie (ni yo) le creímos, también cierto. Pero eso seguirá sucediendo una y otra vez. Unas veces para bien, y otras para mal.

Besos que no engañan, y sin alcohol.

isterica dijo...

Bueno, q quieres q te diga, yo no sé si me la hubiese creído aunque tuviera el mejor aspecto del mundo. Pero, cierto es q muuuuchas veces tendemos a juzgar por las apariencias. Ultimamente me pasa esto mucho y me da mucha tristeza equivocarme tan mal y con gente q no se lo merece en absoluto.

almena dijo...

mmmm creo que yo habría pensado lo mismo que tú.
Y sí, nos sirve tu experiencia: las apariencias engañan.

:)

Feliz nuevo año!