Si, si. Debe ser una capacidad innata en mí, que no puedo cambiar. Allá donde voy, mi nariz va delante de mí.
Y... es que no puedo evitar el dejarme envolver por los olores que llegan hasta mi pituitaria.
Algunos, es inevitable que me envuelvan, como el olor de la piel de un niño recien bañado, que te transporta hasta tus orígenes, si es que queda alguna sensación residual en nosotros.
Otros, me traen a la memoria recuerdos del jabón que utilizaban mis abuelas y con el que impregnaban todo aquello que tocaban. El otro día, de hecho, me crucé con alguien que se había lavado con jabón de la Toja. No puede evitar sonreir al recordar aquella pastilla negra de jabón que siempre estaba en el lavabo de mis abuelos.
Hay personas que emiten un aroma a frescura primaveral, a limpieza, a flores recien abiertas y hierba recien cortada. Personas a las que no conoces, pero que no te importaría seguir su senda unos cuantos metros mas, o compartir durante unos minutos su desconocida compañía.
Ayer, la dependienta de la tienda en la que entré a comprar, desprendía ese olor. No me importó que tardara en pasar los códigos de barras y tuviera que teclear a mano otros. No. Era como estar cerca del campo. Estuve tentada de preguntarle el tipo ó la marca del jabón que empleaba, pero... no me pareció oportuno por temor a equivocaciones de otra índole.
Por contra, están aquellas otras personas, que desearías tener lo más lejos posible de tí. Personas que exhalan un olor pestilente desde las 8 de la mañana, y que dejan tras de sí, un olor, que sería capaz de seguir hasta el mismísimo pulgarcito (a falta de piedrecitas blancas).
Que vuestra nariz os deleite con multitud de sensaciones. ¡Feliz fin de semana!
pd.- El título del post, hace referencia al libro de la foto con el mismo nombre, que aunque para niños... lleva a grande escala el problema de un olfato afilado.