4 de mayo de 2018

En el café...

Como cada día a las 11:30, me acerco hasta una cafetería donde degusto una deliciosa parada laboral, acompañada de un soberbio café, que prepara con delicadeza la misma dueña.

Se trata esta cafetería, de un lugar pequeño, con un agradable olor a café que impregna todas las paredes. La mujer que lo regenta, alcanza ya la cuarentena, y, con mucho gusto y delicadeza sirve cafés solos, con leche, para llevar, con azúcar, con sacarina, algunos acompañados de bollería industrial, que bajo sus manos parecen retomar un sabor casero, y bocadillos. De jamón, de salami, de atún...

Me gusta tomar el café allí. Cuando dispongo de algo mas de tiempo me gusta observar a los "parroquianos" que, todos los días más o menos, a la misma hora, acudimos allí. Al final, se forma una pseudofamilia, donde nadie se conoce, pero que todos se sienten cómodos en su presencia.

Hoy me he fijado en uno de ellos. Un señor de unos setenta y tantos años. Lleva un sombrero de corte clásico y suele ocupar un taburete de la barra situado en un rincón. Creo que lleva mucho tiempo asistiendo hasta la cafetería, porque se dirige a la dueña llamándola por su nombre de pila. Lleva gafas, imagino que por la edad, porque a menudo se las quita y observa al resto de los que allí estamos, colocando sus gafas sobre la frente. Hoy, tambien las tenía así dispuestas.

Sobre la barra del bar, he logrado vislumbrar que tenía abierta una pequeña agenda, y entre sus dedos un bolígrafo. Cuando he puesto más atención, he podido ver líneas y líneas manuscritas con letra minúscula ocupando sus hojas. Quizás, al igual que él me sirve a mi hoy, seamos nosotros para él fuente de su inspiración.

No hay comentarios: