10 de mayo de 2018

Con pata de palo, con sangre en el ojo, con cara de malo...



Barbanegra, Barbaroja, el pirata Drake, todos con una profesión común, todos llevan el mar grabado en su retina, y un olor a sal tatuado en sus entrañas y en su piel. Todos comparten el mismo estilo en el vestir. Camisa blanca, pantalón negro y estrecho, chaleco de terciopelo, a ser posible de un color que no sea fácil de olvidar, botas altas y cómodas, que no permitan un resbalón en el peor momento, y algún collar con grandes eslabones de oro, que brillen y luzcan en el pecho. Por supuesto, el oro no puede tener otra procedencia que tratarse de oro robado a algún cabellero que se defina a si mismo como de alto postín.

Van cargadas las bodegas de sus barcos de ingentes cantidades de ron. Mas y más toneles se agolpan unos sobre otros, aumentando la densidad de líquido por metro cuadrado. Ron, que terminará calentando y recorriendo, los malheridos cuerpos de los piratas que, con su lucha y su tesón, comparten con su capitán las andanzas, a veces exitosas a veces menos, de los abordajes que se les ofrecen en alta mar.

Brindan todos ellos en sus copas doradas por el siguiente  asalto, por el siguiente botín, por la siguiente princesa casadera, esperando que esta última decida permanecer con ellos, a tenor de que la dote que reciban cumpla con creces sus espectativas.

Al abordajeeeeeee!!!!!

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