23 de junio de 2009

Sin título.

Él se marchó dando un portazo que retumbó las paredes, mientras ella se quedó en silencio observando la nada.
El pitido de la nevera, reclamando su atención, la sacó de sus ensoñaciones. Había dejado la puerta abierta. Apenas había sentido el hilo de frío que llegaba a sus brazos y había logrado erizar parte de su vello.
Cerró la puerta suavemente, aún reclamada por el mundo que había abandonado un instante antes.

Se giró, y se acercó lentamente hacia la mesa, donde había dejado una cesta llena de tomates, que la tarde anterior había recogido de la huerta. Los cogió uno tras otro, los acercó al grifo y los fue lavando con toda la dulzura de quien hace las cosas con cariño.

Después, volvió hasta la mesa y se dispuso a cortarlos para hacer una ensalada. Era verano y el cuerpo no pedía platos más preparados que lo imprescindible.
Siguió con la tarea, hasta que las lágrimas no pudieron contenerse y de sus ojos nació un continuo discontinuo de gotas saladas, que recorrieron todos los surcos de su piel.

¡Que tonta!, pensó. Mira que llorar por esto...
Pero cuanto más lo pensaba, más se enjuagaban sus ojos, y más difícil era calmar ese torrente de agua.
¡Hay que ver! ¡Siempre me pasa lo mismo cuando corto la cebolla!

(Y es que... las cosas, no siempre son como parecen)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Besos pareciendo, pero siendo sin parecer... (no doy para más) jeje

Múams

Anónimo dijo...

Ahhh! se me olvidaba, bonita noche de S.Juan, ojillo con las "meigas"
Besazo mágico.

JuanMa dijo...

Casi nunca son lo que parecen...

(De todas formas, siempre va bien tener a mano una cebolla y un cuchillo, por si hace falta una coartada).

Un beso.