18 de agosto de 2009

Peter Pan

Soy un Peter Pan encadenado por los lazos del tiempo y los recuerdos que me hicieron feliz. Un Peter Pan anclado en el pasado y estancado en el ir y venir de los días que van pasando. Un Peter Pan varado en cualquier lago del país de Nunca Jamás.

Las cosas, la gente, las calles, evolucionan, crecen, cambian a mi alrededor. Desde las cuatro paredes de mi mundo, apenas existe percepción de cambio alguno, y su torre de vigía, no está orientada en una dirección susceptible de movimiento externo.

Soy un Peter Pan que cada noche vuela a buscar sus sueños, y cada madrugada regresa de nuevo a su hogar, con la esperanza de que mañana pueda volver a ser un día como hoy.

No hay mañana sino una consecución de hoys en mi vida. El tiempo se quedó suspendido en la memoria, recorriendo una y otra vez esa abscisa negativa, esas coordenadas imposibles solo subyacentes en mi mundo imaginario.

Soy un Peter Pan del siglo XXI, conectado al mundo real por un terminal de adsl, y que se desconecta, cuando la pantalla deja de emitir su luz.

17 de agosto de 2009

El mensaje

El teléfono no paraba de comunicar aquella tarde, y era de imperiosa necesidad contactar con él. Parecía como si las líneas se hubieran cortado ó los satélites hubieran dejado de emitir señales. Aquel maldito tu-tuu, tu-tuu, tu-tuu, no paraba de sonar, cada vez que marcaba su número en aquel teléfono. Y con cada nuevo intento, sus dedos iban aumentando el temblor.

Creo que podría haber tirado lejos aquel aparato, si no hubiera sido porque era la única forma de encontrarle.
Dejó el auricular en el receptor, y agobiada por la tensión del momentó, agarró con firmeza la cajetilla de tabaco que estaba sobre la mesa. La abrió bruscamente y llevándose un cigarrillo a los labios, volvió a descolgar el teléfono para probar suerte una última vez.

De repente una voz sonó al otro lado, justo cuando el humo del cigarro entraba por sus pulmones:
Si? no ha habido conexión en toda la mañana.
Tienes que volver. Es urgente.... - acertó a decir su voz, casi ahogándose con el humo.

Y de nuevo el sonido, tu-tuuu, tu-tuuuu, tu-tuuuuu.
Y ella, se quedó como si el tiempo se hubiera parado, esperando haber sido capaz de transmitir el mensaje...




12 de agosto de 2009

Bajo un botón...


En el cajón de la costura, mi madre tenía guardada una caja redonda de lata, que parecía haber sido el envoltorio original de unos caramelos de toffe importados de Francia. Nunca supe en realidad la procedencia de dicha caja, pues mi madre no ha viajado a Francia. Al menos por el momento.

Para abrir la caja, había que hacer presión sobre uno de los lados, y entonces, la tapadera saltaba como si un resorte hubiera sido accionado.

Y dentro de caja, montones de botones. Si, era la caja de los botones. Grandes, pequeños, de colores, transparentes, de plástico, de metal, forrados de tela, sin forrar, llamativos, discretos, de formas originales ó sencillamente redondos.

Me encantaba abrir la caja, e introducir los dedos lentamente para voltear todos los botones. El sonido que provocaban, y el olor que desprendían, como si se tratara de un pequeño taller de costura.
Los había de camisas, de pantalones, de faldas y los que más me gustaban, de abrigos, por su gran tamaño y colores llamativos.

Por aquellos entonces, el juego con el que más disfrutaba era el de "los tenderos". Podías jugar con tu hermana ó incluso sola, emulando todas las conversaciones y situaciones que se podían dar en una tienda.
El comprador venía a la fictícia tienda con un trocito de tela, solicitando el botón que mejor se adaptase a ese color. Ese era el mejor momento. Cuando de la caja podían salir todos los botones que nos pareciesen dignos del comprador. Unos resaltaban sobre la tela, otros apenas si se veían....

Y luego... Le llegaba el momento a los hilos de colores.

11 de agosto de 2009

De vuelta.... ¿a la rutina?


Esa aguja del reloj que gira y gira sin descanso, recorriendo una ruta que cada hora parece ser nueva, pero cuya senda ya fue recorrida en la hora anterior.

Esos radios de bicicleta que dan vueltas sin descanso, en su juego particular, tratando de alcanzar al radio que en ocasiones parece estar por delante, y que en otras ocasiones se encuentra en la retaguardia.

Ese disco de vinilo, sonando bajo la presión de una aguja bien afilada, dando vueltas y más vueltas, invitando a los bailarines más aventajados a una sucesión de giros incontrolados bajo un mismo centro de gravedad, permanente en un instante, para perder su perennidad en el instante siguiente.

Una vuelta de tornillo para conseguir la sujeción esperada de todo aquello que sigue al pie de la letra, las leyes de la física.

Una vuelta de tuerca para que ninguna componente tenga libertad de movimiento en fase alguna.

Inescrutables giros de palabras buscando el sinsentido de este post. Vueltas y más vueltas para dejar clara la vuelta tras el descanso estival.


Bienvenidos de nuevo!!