Como todas las mañanas a la misma hora, el despertador hizo de las suyas rompiendo con su sonido el silencio que a esas horas se respiraba.
A duras penas logré incorporarme, con los ojos aún cerrados y tambaleándome sobre unas piernas que aún dudaban si despertarse ó no.
Me acerqué a la ventana, para subir la persiana. Buscaba que un rayo de sol terminara por despertarme, pero fue una brisa helada y cortante la que me devolvió a la realidad.
A golpe de segundo las agujas del reloj se iban moviendo, marcando el límite que cada mañana separa la noche del día.
No voy a llegar a tiempo, me decía una y otra vez.
El sonido de la cafetera me llegaba de la cocina, y el aroma de un café recién hecho inundó el pasillo. Así, caliente y amargo, cruzó el dintel de mi garganta, despertando los sentidos que a su paso encontró.
Con todo lo que necesitaba para el día de hoy, me acerqué hasta la puerta. Mis impulsos actuaron antes que mi mente, y apagué la luz antes de abrir la puerta. Cuando lo hice, ante mí, solo se veía oscuridad.
Busqué palpando en la pared la llave de la luz cuando sobre mi mano sentí......................
3 comentarios:
...que el gotele con el que acababan de pintar la pared el dia anterior todavia estaba fresco !!!
Veo que la idea de dedicarme a narrar historias de miedo, la puedo ir dejando a un lado...
Saludos!
Si es lo que digo yo todos los lunes ¿quien a puesto la puerta de la terraza en otro lugar?
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