Hacía mucho tiempo que no me dedicaba a observar a aquellos con quien comparto viaje todas las mañanas, en el autobús que nos lleva al trabajo, cuando aún el sueño pesa sobre nuestros párpados, pero hoy... hoy me apetecía curiosear y analizar la situación, por llamarlo de alguna forma.
Así que os contaré un poco por encima, y con toda la gracia que me sea posible, describir los posibles tipo de gente que puedes encontrarte una mañana cualquiera, en un bus cualquiera que te lleva al trabajo.
Desde las típicas cotorras que no callan ni debajo del agua y que hablan como si se hubieran tragado un altavoz, por supuesto, unido a un vocabulario en el que "mogollón", "genial" y "superbien", son las palabras más empleadas.
Siguiendo con la típica tía, que está orgullosa de su tanga y que tiene que mostrarlo allá donde vaya. Coño! que le he visto hasta la tirilla transversal! Yo creo que deberían de instaurar una ley referente al buen gusto.
Lo de dejar notar la ropa interior, que se aprecie el color o la posible textura, supongo que puede tener un cierto morbo, sobre todo para los espectadores masculinos, pero lo de ver todos los detalles... yo creo que hace pasar del morbo al mal gusto.
Al menos, eso es lo que pienso yo. Aunque supongo e imagino, que habrá opiniones encontradas.
Volviendo al tema.
Unas dos filas por delante de mí, había un hombre ejecutando sonidos... altamente guturales y nasales, provocados por la ascensión de un humor espeso y pegajoso que segrega las membranas mucosas, y que vulgarme llamamos mocos.
Pues bien, a tiempos intermitentes, los mocos subían por la traquea del fulano en cuestión, pasando por el esófago para terminar en la nariz o en el boca... (Cielos! Espero estarme confundiendo en esto último), y producir para el resto de oyentes el ruido que habremos oído alguna que otra vez, y con el que nos ha deleitado unas cuantas veces en el trayecto.
Menudo cerdo!!
El silencio del autobús tambien se ha roto con el hipo del chico que estaba a mi lado.
No he podido por menos que sonreirme, y más aún cuando le he mirado. Un tipo calvito, menudo, con gafitas y una camiseta azul cielo... Hip! Hip!
Parecía que se hubiera escapado de algún bosque... porque tenía la típica imagen de duendecillo, claro que para ello, hubiera necesitado un gorrito rojo de franela.
Por último.... mi compañero de al lado. Como en todo viaje que se precie, en autobús o en tren, es importante observar a quien llevas al lado.
En mi caso, era un chico joven, que iba dormido, y llevaba un portátil en el regazo, que se iba resbalando y terminando sobre mis piernas.
Con un ligero golpe de rodilla, he empujado el ordenador hacia su dueño, provocando su despertar, y una conversación.
El dueño del portátil, llevaba una maleta que había colocado sobre nuestras cabezas, en la balda que llevan muchos autobuses para dejar cosas, y que corría el riesgo de caerse en cada curva, y el chico me ha avisado sobre la posible caida de la maleta.
Así que el último trayecto, me lo he pasado atenta a cualquier movimiento brusco y anómalo del autobús, que tuviera su consecuencia en la caída de maleta, y pudiera provocar alguna posible desgracia.
Y... por fin llegamos a nuestro destino. Historias de una mañana cualquiera, en el autobús de la empresa...
2 comentarios:
Pues yo creo que al que invento el tanga habria que hacerle un monumento ..
.. Y gracias por la historia del de los mocos .. se me han quitado las ganas hasta de almorzar !!!
Vaya...
Bueno, al menos si estás en "operación bikini", tu cuerpo te agradecerá lo de no comer.
jejeje
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