Ayer, su madre le había insistido en que ya era el momento de hacer del desván un lugar más habitable y que no sólo fuera cuna para ácaros y demás bichos que se alimentan del polvo y las pelusas.
Así que... allí estaba Emilia, rebuscando entre cajas, bolsas y más cajas, todo aquello que pudiera rescatarse del olvido irremediable, y... por cada objeto que encontraba, su mente volaba hasta los recuerdos que estaban inherentes en ellos, y así pasaban los minutos, y las horas, y el volumen de desorden seguía igual.
- continuará-
1 comentario:
En el desván, cada objeto tiene recuerdos pegados, y cuesta un mundo eliminarlos (normalmente, además, no queremos).
Un beso en el desván.
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