Pero... allí se quedó. Con los pies pegados al suelo, mientras veía como el tren empezaba a deslizarse por las vías, y se lo llevaba.
Levantó un brazo para que él fuera capaz de verla, mientras trató de gritar un fuerte "Hasta pronto", pero de su boca no salió nada. Las lágrimas que salieron de sus ojos y el gemido de su pecho acabaron con su grito.
Minutos antes, cuando le había tenido a su lado, le había colmado de besos. Tanto es así, que ya no quedaba ni un solo poro de la piel de aquel, que no llevara su perfume.
Se fijó en que llevaba colgada de una cadena, la pequeña medallita que le había regalado, en la que una foto suya ocupaba el mínimo habitáculo. Ójala que le pudiera ayudar en la lucha, y fuese un repulsivo para las balas. Al menos, esperaba, que ninguna taladrase su corazón.
Se habían amado apasionadamente estos últimos días, sabiendo que tal vez quizás nunca se encontrarían en este mundo, y esperando, porqué no, que una pequeña parte de aquel, se hubiera instalado en su vientre.
La guerra se lo llevaba. La guerra cruel y sangrienta. Se lo llevaba a él, y al futuro que pensaban construir en común. Y ella se quedaba sola. Y no podía parar de llorar, ni moverse de aquel andén.
2 comentarios:
El amor con el que ella le cubrió le hizo invencible, le otorgó un incalculable poder y aunque una cansada bala lograra hallar morada en su corazón, el nunca moriría, su esencia estaría siempre con ella.
Suena bonito así dicho, no?
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